Boleadoras
La primer noticia
importante sobre "la bola" indígena nos la da Luis Ramírez, de la
expedición de Gaboto, quien en su carta de 1582 dice: "Estos querandíes
son tan ligeros que alcanzan un venado por pies; pelean con arcos y flechas y
con unas pelotas de piedra tan grandes como el puño, con una cuerda atada que,
las guía, las cuales tiran tan certeros que no yerran a cosa que tiran".
Pero
es el caso que no hay piedras en la pampa; y sólo pudo el habitante de esta
dilatada planicie procurársela, por el comercio, o de las sierras de Córdoba o
de la Ventana, y debió ingeniarse para recoger la misma piedra que tiró,
desmintiendo el adagio "piedra suelta no tiene vuelta".
El ingenio criollo,
acuciado por las necesidades naturales del campo, perfeccionó la primitiva
"bola arrojadiza" del salvaje y obtuvo las famosas boleadoras en sus
dos tipos; las "ñanduceras" de dos bolas, usadas para el ñandú o
avestruz, venados, etc., y las "potreadoras", de tres, más pesadas y
de ramales reforzados, pues estaban destinadas a la caza de "baguales"
y eran también arma de pelea. Más común que el nombre de boleadoras fue el de
bolas, los indios pampas les llamaba "laques", y los quichuas,
"libes".
Pero el gaucho adoptó
el clásico y armonioso nombre de "las tres Marías", inspirada en la
igualdad del número de bolas con el de las estrellas de esa típica constelación
que nuestro amplio cielo de la llanura pone ante nuestros ojos.
"Las
tres Marías" consisten en un trío de ramales retorcidos que se unen en un
centro equidistante de los extremos sueltos; cada punta termina en una bola de
piedra u otra substancia pesada, retobada o forrada en cuero crudo; la longitud
máxima, de bola a bola, es de 2,45 metros, más o menos. Una de las bolas es más
chica, a los efectos de servir como agarradera o manija.
Sarmiento menciona
que...
Las Boleadoras, se
compone de tres pesas de forma esférica o piriformes, de piedra, madera dura,
metal, muchas veces antiguas balas, guampa, marfil, y hasta mármol. Estas tres
unidas se equilibran en peso y volumen. La menor llamada "manija", es
la que se conserva en la mano, mientras se revolean las otras. Debe
existir cierta relación entre el peso de la manija, y el mayor de las boladoras
que deben ser iguales entre sí, sin esta circunstancia al arrojar las bolas,
las voladoras arrastrarían sin contrapeso a la manija, lo que perjudicaría a
la seguridad y buen efecto del tiro. El lado de la manija es un poco más
corto que las voladoras; peso de éstas; seis a ocho onzas, según la fuerza del
brazo. Su manejo se consideró propio de quienes eran duchos en las faenas. En
las cacerías de avestruces y en las guerras, salían los gauchos llevar dos y
hasta tres juegos de boleadoras, a modo de repuesto.
Los tiros de bolas se
distinguen en tiro de "tres vueltas" que es el más largo que puede
hacer un hombre, probablemente a la distancia de veinte varas. Un tiro más
largo es un tiro de azar.
El tiro de dos vueltas es el regular de quince varas más o menos. El de una
vuelta que comprende la mitad de este tiro, y todavía se puede llamar tiro de
media vuelta aquel en que se pilla tan cerca el animal que poco hay que revolear
para enredarlo con las bolas. Esto se llama tomar el animal "bajo el
freno". Las bolas que han de usarse para avestruces, ciervos, guanacos,
pueden ser de menos peso, si se quiere evitar fracturas con el golpe de la bola,
en este caso pueden ser de plomo.
Cómo se hacen las
boleadoras y su uso nos cuenta Francisco Millau y Miraval entre 1730-1800.
Las bolas se componen de tres ramales de aquel mismo gruesso cada uno, doblando
las tiras con que se hacen en un centro, de donde se van torciendo por tres
lados, hasta que sea cada uno largo de tres varas con corta diferencia; en sus
extremos se ajustan unas bolas algo redondas, de piedra, o gruesso por lo
regular, y un tamaño que se pueda cerrar fácilmente en la mano, cubriendolas
con un cuero mui apretado al rededor que se une con el ramal; el modo de
servirse de ellas, es coger una bola en la mano, y hacer dar a las demas que
quedan sueltas con sus ramales, algunas bueltas en el ayre, por encima de la
cabeza, antes de despedirlas, por el gran ambito que cogen entre sus extremos,
no es dificil que se acierte el tiro, y apenas llega a tocar por alguna parte, a
cualquier hombre ó animal con las bueltas que dan los ramales, enroscandose en
su cuerpo inmediatamente queda derribado ó atado sin poderse mover; quando no
ha llegado por la mucha distancia á hacer su efecto, recoge el ginete sin dexar
de correr del suelo sus bolas, y prosiguiendo su carrera buelve a servirse de
ella, por esta facilidad se hace temible su uso, que de cualquiera otra arma, y
es de gran socorro y utilidad á essa gente, para alcanzar á la Carrera
cualquier Animal, que llaman bolear.
Pero los propios, no usando estas bolas, por lo mucho que lastiman, y solo se
sirven de el lazo, que no puede causarles daño alguno...
Lo que Ud. termina de
leer no son errores de tipeo, es texto puro
Espuelas
Aunque el gaucho
consideraba que las espuelas eran parte integrante de su vestimenta, estaban
destinadas a estimular o acuciar a su cabalgadura y fue de uso generalizada, y
se observaba el sacárselas y colgarlas en el apero antes de entrar en las
casas, especialmente si era la casa de otros.
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Las
espuelas, fuesen de hierro modesto o de bruñida plata, más chicas o más
grandes, -las había enormes- se usaron en todas las regiones y con
nombres como de "lloronas" o "nazarenas".
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Una
espuela se compone de las siguientes partes; abrazadera o arco, que rodea el talón,
con una correa que pasa por debajo y por encima del pie y la mantiene ajustada;
pihuelo o travesaño que sostiene la rodaja; a ambos costados de ésta, suelen
haber dos discos, de menor tamaño, llamados guardapolvo, y otro, el rodete, en
en entronque del pihuelo con la abrazadera.
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Del
rodete o de la mitad, más o menos del pihuelo sale una cadena o correa,
llamada alza-prima, que contornea el tobillo y se prende adelante, sobre
el empeine, para evitar que las espuelas muy pesadas se destalonen, es
decir, se corran hacia abajo del pie, especialmente cuando el hombre está
a caballo.
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Rebenque
El
rebenque, en sus diversas formas de rebenque propiamente dicho, guacha o talero
y arreador o "arriador", es acaso la prenda más conocida de cuantas
forman el apero, no imprescindible que a veces las riendas suelen prolongarse en
una azotera que lo reemplaza.
Un
rebenque se compone de cabo, lonja y manija; desde el modesto de trabajo, hecho
de madera y cuero, hasta el lujoso cuyo cabo y manija es totalmente de plata o
plata y oro, la variedad es grande. La guacha o talero, de cabo grueso y ancha,
es de uso exclusivo de los domadores.
El
"arriador", de cabo corto y larga trenza terminada en una azotera de
poca longitud, tuvo dos categorías; la de modesta herramienta de trabajo,
representada por el cabo de madera o hierro y de uso común entre los peones, y
la de prenda lujosa, típica en manos del patrón, con cabo de metal precioso y
trenza de finos tientos.
De las variedades
nombradas, el "arriador" es la que ha caído más en desuso en
nuestro campo.
Lazo
En
el apero gaucho de todas las regiones, pero más especialmente en el de la
pampeana, el lazo y las boleadoras fueron complemento obligado e indispensable.
El trenzado, de mayor o menor número de tientos, y el retorcido o torzal
"pampa" y chileno se le llamaba al último, fueron comunes aquí y allá;
sus diferencias residen, únicamente, en la longitud, que varía en cierto modo,
y en el reemplazo de la argolla de la armada por una presilla, con ojal y botón.
También,
puede anotarse la forma distinta cómo se lleva el lazo en el caballo; sobre las
ancas o grupa, en rollos chicos, o en rollos grandes que caen detrás de la
grupa y llegan casi hasta los garrones del animal.
El lazo, obligó al
gaucho a crear en el apero una pieza especial, llamada "asidera",
"esidera", o "cinchero". En ella se sujeta o prende la presilla del lazo cuando se enlaza de a
caballo; es una argolla que va unida a la encimera por un correón y otras a la
sobrecincha o al "pegual" (prendas que reemplazan al cinchón), por
dos correas fuertes de unos 10 a 15 cm. de longitud; la argolla sirve de vértice
y las dos correas se abren en ángulo para ofrecer mayor resistencia a los
tirones de los animales enlazados.
El
Chifle
Es el cuerno del animal
vacuno cerrado en su base y abierto en el pitón, donde se le ponía tapa. A
veces se le pulía y se le redondeaba el borde en su extremidad más ancha. Una
ranura en la parte cercana a la boca servía para asegurarle una cuerdilla por
la que se le colgaba a la falda del recado.
Los chifles tenían
dibujos tallados y aún la boquilla, abrazaderas, el fondo de plata.
En
tiempos de la colonia y después de la revolución de Mayo, se usó mucho en los
viajes por la cordillera y desde el Perú y las provincias internas hasta Buenos
Aires. Entre los cuernos o chifles históricos cabe recordar el usado por
Quiroga en la sublevación de los prisioneros españoles confinados en San Luis,
Facundo se entera de la revuelta; corre al cuartel, un centinela español le
cierra el paso. "Quiroga busca armas, no las halla, recoge un asta, cuerno
o chifle, se abre paso, derriba al centinela, cierra camino a todo el que
intenta penetrar, y el único que lo consigue, armado con un cuchillo, él lo
obliga a la fuga con su cuerno".
Este utensilio no tenía
equivalente no tanto por conservar la bebidas -especialmente alcohólicas- en su
sabor natural cuanto porque resistía a las caídas de las bestias y a los
golpes que sufrían en largas travesías y en caminos escabrosos.
Con el advenimiento de
la bota de cuero, artefacto más prolija y acabada ciencia industrial, el chifle
fue desapareciendo.
Este
material fue obtenido de la pagina de Chispazo de Tradición